LOS TRASTORNOS DE ALIMENTACIÓN, UNA RESPUESTA A LA POSMODERNIDAD
Definimos a los trastornos de la alimentación como un grupo de patologías como a aquellas quese caracterizan por alteraciones graves de la conducta alimentaria.
Dentro de las mismas consideramos:
Anorexia Nerviosa
Bulimia Nerviosa
Obesidad
Trastornos de la Alimentación no Especificados (TANE)
Los mismos abarcan diversas situaciones, variables en su forma de presentación, en la gravedad de sus consecuencias y en su pronóstico y evolución. Sin embargo todas se centran en la problemática alrededor del acto del comer.
También se podría afirmar que en cada una de ellas la ingesta o no de los alimentos va cobrando significaciones distintas a las estrictamente nutricionales o del placer del comer.
De tal modo en algunos cuadros de obesidad el acto de comer pasa a ser una forma de aliviar ansiedades, de frenar la angustia, de sentir seguridad, de distanciarse del contacto interpersonal, etc.
En la bulimia, el comer suele provocar sentimientos severos de culpa, de vergüenza y de autorreproches que llevan a conductas compensatorias de eliminación de esos afectos.
En la anorexia el alimentarse puede ser percibido como algo peligroso, atentatorio contra la autoestima y las posibilidades de éxito de la persona, como una amenazada de crecimiento o de descontrol de los impulsos.
Estas significaciones que se le adjudican a la ingesta de alimentos y a la comida en sí son las que van articulando las distintas formas de trastorno alimentario, porque cada una de ellas va favoreciendo que se tome una postura concreta frente al hecho de alimentarse.
Este hecho es importante para poder diferenciar los trastornos de la alimentación que son una patología en sí misma, de una serie de fenómenos y conductas que están asociadas a otras situaciones de enfermedad o no.
Por ejemplo, es usual que un estado depresivo conlleve una disminución en la ingesta de alimentos como fruto de una desaparición de la sensación de hambre. Algo similar sucede en diversas patologías orgánicas. Sin embargo en ninguna de ellas se verifica una relación conflictiva con la comida ni ninguna significación extraña a la comida en sí; simplemente no se come porque no se tiene hambre.
Trastornos de la Alimentación y Cultura
Esta es una relación que, en distintos ámbitos, suscita diversas controversias. Las posiciones muchas veces tienden a radicalizarse desde un polo psiologista que ve los trastornos de la alimentación como un mero síntoma de un suceder inconsciente, hasta las culturalistas que opinan que estas patologías son un efecto único y directo de las propuestas culturales.
Nosotros particularmente, nos seguimos apoyando en la idea de series complementarias, y entendemos que estos trastornos son multideterminados por factores biológicos, familiares y sociales, a la vez que suelen desencadernarse a partir de alguna vivencia traumática.
Desde ese contexto nos importa subrayar la íntima relación entre las propuestas culturales actuales y la emergencia de los trastornos de la alimentación.
Este vínculo nos parece incuestionable si tomamos en cuenta algunos datos objetivos:
Si bien los trastornos de la alimentación existen desde hace larga data, es inequívoca su mayor incidencia a partir de los años 80's, la cual se va haciendo más crítica en los 90's. Es inevitable constatar que estos incrementos marcados en la presencia de trastornos de la alimentación coexisten con la emergencia de una cultura del cuerpo delgado, una proliferación de alimentos diet, el bombardeo constante de métodos de adelgazamiento y diversas dietas, la aparición en los medios de comunicación de una serie de profesionales dedicados la esbeltez del cuerpo, etc. Paralelamente los modelos sociales ponderados se van estilizando cada vez más, llegando a perderse casi por completo los cuerpos con curvas. Toda esta parafernalia de mensajes se terminan centrando en la asociación entre el éxito social, laboral, económico y sexual vinculado a un cuerpo casi esquelético.
La proliferación de los trastornos de la alimentación no ha sido algo homogéneo en las distintas latitudes. De tal forma se verifica que estos trastornos son prácticamente exclusivos de las culturas occidentales que es justamente en donde prevalece la idea del cuerpo ideal = cuerpo adelgazado. En muchos países de oriente, en cambio, en donde se valora la alimentación (aún como signo de bienestar social) la presencia de estos trastornos en insignificante. Por otra parte resulta evidente que estos trastornos desaparecen frente a la escasez de alimentos. Las estadísticas demuestran que, por ejemplo, los casos de anorexia existentes en Beirut desaparecieron luego de declarada la guerra.
Se ha montado toda una industria en torno al tema del adelgazamiento, la cual mueve importantes capitales en la fabricación de alimentos dietéticos, ropa de talles ultrapequeños, gimnasios y artefactos caseros para bajar de peso, cosméticos y substancias para reducir grasas, etc. Esto sin mencionar los contratos millonarios que rodean a las modelos más cotizadas; contratos que se perderían si las mismas modelos llegasen a subir a un peso saludable para su talla.
El 90 % de los casos de trastornos alimentarios se da en mujeres las cuales, por otra parte, son las que reciben el grueso de la propuesta de los cuerpos super delgados. Sin embargo en los últimos años se va incrementando la cantidad de varones con distintos trastornos de la alimentación, al mismo tiempo que la propuesta de delgadez se va generalizando para el sexo masculino.
Los Trastornos de Alimentación como Síntoma Social
En muchas oportunidades se comprueba que los fenómenos de las patologías en la alimentación tienen una profunda imbricación de significaciones familiares. Es usual, por ejemplo, ver cómo una anorexia o una bulimia puede ser un síntoma que denuncia una serie de interrelaciones conflictivas de la familia. En dichos casos, la patología emergente resulta un intento fallido de solucionar y resolver las diversas tensiones familiares. Relacionado a esta realidad está el hecho de que todo tratamiento de un trastorno de alimentación debería constar, al menos en alguna de sus etapas, de una terapia familiar.
Si tomamos este modelo de pensamiento podemos pensar que estas patologías son, tomadas en conjunto y como fenómeno sociológico, una respuesta social fallida a la propuesta posmoderna.
Es altamente paradójico que en las clases sociales en donde la subsistencia está asegurada haya adolescentes que mueran de inanición. Parecería que muchos de estos trastornos son como la parodia de los modelos sociales, como si se llevara al extremo y al absurdo más profundo los ideales de cuerpo propuestos y se denunciara, de este modo, su naturaleza patógena.
De alguna manera los trastornos de la alimentación están gritando en forma dramática la gran mentira de la propuesta social, porque todas aquellas personas que se embarcan en la obsesión del cuerpo perfecto padecen. Las que no llegan nunca a poder terminar de tener el cuerpo deseado sufren la frustración y el menoscabo en su autoestima. Las que lo logran sufren graves deterioros en su salud y hasta mueren, sin sentir jamás la más mínima satisfacción.
De tal modo los trastornos de la alimentación terminan diciendo que la felicidad no se encuentra en un cuerpo determinado, que lejos de alcanzar el éxito en la vida, la vida se empobrece. Los trastornos de la alimentación son la más cruda prueba del fracaso de la propuesta social.
Por eso opinamos que estos trastornos están siendo una respuesta a la propuesta posmoderna, una respuesta enferma que, de todos modos, nos señala un horizonte de salud. Ese horizonte está en recuperar el verdadero valor del cuerpo y de su cuidado y alimentación, en integrarlo como una parte importante de un todo mucho más amplio que es nuestra identidad, la cual no termina ni empieza en los kilos que tengamos. Un horizonte que dice que la felicidad pasa por otra parte.